Por Monserrat Californias

Fue llevado a una funeraria en San Nicolás un hombre identificado como Román Martínez, de aproximadamente 84 años, tras su fallecimiento el pasado 31 de mayo.

Los encargados del lugar afirman que, desde ese momento, la familia del occiso no respondió llamadas ni acudió a reclamar el cuerpo. Pareciera que el destino del cuerpo estaba destinado a la indiferencia familiar. Esta situación ha generado conmoción en la comunidad local.

La falta de respuesta incluyó llamadas, mensajes e incluso visitas directas por parte del personal. Además, no hubo señal de duelo ni presencia de familiares en el lugar. Este abandono expuso una realidad dolorosa: el cuerpo quedó en un limbo burocrático y emocional. El personal debió actuar conforme a reglamentos legales.

Ante la ausencia total de la familia, la funeraria notificó a las autoridades correspondientes para que tomaran cartas en el asunto. Según las normativas locales, al no ser recogido ni reclamada la responsabilidad de los gastos, la empresa debía liberar el cuerpo.

Tras aplicar los protocolos, el cuerpo de Román fue trasladado a un anfiteatro oficial. Este espacio público permite el resguardo del fallecido mientras se define el destino final legal y administrativo. Así, el caso pasó a cargo de las autoridades de Nuevo León.

El caso de Román Martínez visibiliza una problemática social más amplia: el abandono de personas fallecidas por sus propios familiares. Las autoridades de Nuevo León estudian la posibilidad de implementar medidas adicionales para prevenir situaciones similares, garantizando así un tratamiento digno a los restos humanos.

Este caso ha conmovido a la población y abierto un debate sobre la responsabilidad familiar y comunitaria ante la muerte. Y aunque no se encontró respuesta familiar, la dignidad del finado fue preservada por la funeraria y las autoridades.

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